“Escuché una voz que repetía: ‘Toma y lea. Toma y lee.’ … Leí aquello en lo que primero cayeron mis ojos: ‘…Vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para la carne…’ e instantáneamente, por una luz como si fuera de serenidad infundida en mi corazón, toda la oscuridad de la duda se desvaneció “.
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