El verano pasado, una gran delegación de dirigentes de la Arquidiócesis de Baltimore asistió al Congreso Católico Nacional Afroamericano1 en Orlando, Florida. Fueron parte de una impresionante reunión de Liderazgo Católico afroamericano que busca fortalecer la evangelización en y a través de las comunidades afroamericanas de nuestro país. El Congreso proporcionó a las diócesis de todo Estados Unidos, incluyendo la Arquidiócesis de Baltimore, un plan para el ministerio en y entre las comunidades católicas afroamericanas en años venideros. Me complace decir que un gran número de jóvenes de nuestra Arquidiócesis fueron parte de la delegación de Baltimore al Congreso. La hermana Gwynette Proctor, S.N.D., y Howard Roberts, representando a nuestra Oficina Católica Afroamericana.
Los ministros de la Arquidiócesis, cuidadosamente programaron un recorrido en autobús que llevó a los jóvenes a los lugares fundamentales de la historia del Movimiento de los Derechos Civiles. Entre las paradas estuvo el almacén Woolworth en Greensboro, Carolina del Norte, donde, en 1960, una sesión de almuerzo tuvo lugar y que elevó el sentimiento nacional en contra del mal de la segregación. Su gira también los llevó a la Iglesia Bautista Ebenezer en Atlanta, donde el Reverendo Dr. Martin Luther King Jr. fue pastor. Allí estos jóvenes se conectaron con el Dr. King y su legado: su prédica, su testimonio por la verdad y a la justicia, y sus Principios de Acción Directa No Violenta. Fue una experiencia reveladora para estos jóvenes ver cómo el Dr. King respondió a la injusticia – no con ira o con violencia, sino con una paz y amor que resiste y vence a la injusticia.
Ahora es el momento para que todos nosotros nos volvamos a conectar con el Dr. King y su enseñanza. Mientras escribo estas reflexiones, nuestro país está celebrando el día del Reverendo Dr. Martin Luther King Jr., en muchos pueblos y ciudades incluyendo Baltimore, hay misas de oración, desfiles, manifestaciones, caminatas de oración, charlas, días de servicio conmemorativo y debates.
En 2018, estas reuniones cobran especial relevancia por dos razones: la primera es la cercanía del 50º aniversario del asesinato del Dr. King el 4 de abril; y la segunda es el sentimiento, compartido por muchos, de que la sabiduría del Dr. King es más necesaria que nunca en nuestra sociedad fragmentada y violenta.
La sabiduría de la enseñanza del doctor King es oportuna e importante para nuestra familia de fe, la Arquidiócesis de Baltimore, y ciertamente para toda nuestra sociedad. Estamos planificando reunirnos el 12 de abril de 2018, con nuestros hermanos y hermanas interreligiosos y ecuménicos para conmemorar el 50º aniversario de la muerte del Dr. King2. En preparación para esa celebración y mucho tiempo después, sin embargo, necesitamos urgentemente recuperar, comprender, acoger y poner en práctica su enseñanza y su legado. Porque por la gracia de Dios vamos a crear la sociedad justa, pacífica y compasiva que el Dr. King imaginó, debemos pasar por una duradera conversión del corazón y de la mente y hacer un firme compromiso de enseñar, aprender y practicar la acción directa no violenta en favor del cambio social.
Buenas razones para hacerlo no son difíciles de encontrar. Lloramos por las personas que perdieron sus vidas a causa de la violencia de las armas en la ciudad de Baltimore, en el año que acaba de terminar. Nos preocupa la urgente necesidad de mejorar la relación entre las fuerzas del orden y los residentes, a quienes la policía y los líderes de la ciudad están obligados a proteger. Pesa mucho en nuestras mentes y corazones el pecado del racismo que sigue, a veces abiertamente, pero a menudo sutilmente, insinuándose en nuestras relaciones, instituciones y comunidades de fe, incluyendo la nuestra. En efecto, el pecado del racismo ha empañado el alma de nuestra sociedad durante tanto tiempo que las actitudes racistas pueden estar profundamente arraigadas en nuestro subconsciente, de tal forma que difícilmente sabemos que están allí. Debemos sacar a la luz estas actitudes y superarlas.
No se deben ignorar las condiciones que crean la desesperación y generan violencia en nuestros vecindarios: la falta de educación, el desempleo, la escasez de viviendas decentes y asequibles; la proliferación de armas ilegales; el abuso de drogas y pandillas; la desintegración de la familia; el sufrimiento de los sin techo; y mucho más. Estos profundos problemas sistémicos violentan la dignidad de seres humanos reales, creados a imagen y semejanza de Dios. Aún peor es la tendencia por parte de muchos que ven la continua decadencia como inevitable y reaccionan a estas duras realidades con indiferencia o hastiado cinismo. En este oscuro entorno, los principios de no violencia del Dr. King son más necesarios que nunca: son palabras proféticas de esperanza que pueden iluminar el camino hacia adelante.
Todos nosotros necesitamos este camino de esperanza no violenta. De hecho, no debemos imaginar que los principios el Dr. King se aplican únicamente a los barrios urbanos con problemas o exclusivamente a nuestros hermanos y hermanas afro-americanos. La violencia, el racismo y un sinnúmero de problemas sociales existen en diferentes formas y grados a lo largo de nuestras zonas suburbanas y rurales. Ninguna familia, ningún barrio, ninguna comunidad es inmune al crimen violento, la violencia doméstica, el abuso de drogas, el racismo y muchos otros problemas sociales que dan lugar a una forma de vida furiosa y violenta. ¿Cuán a menudo, por ejemplo, los inmigrantes se enfrentan a la discriminación, el odio, las oportunidades negadas e incluso la deportación injusta? Piense cuán grosera y mordaz se ha convertido la retórica pública en la política y los medios, una tosquedad que a menudo se extiende a la conversación privada. En lugar de tratar en forma pacífica de llegar a un terreno común de entendimiento, la gente muy a menudo y muy rápidamente recurre a un lenguaje abusivo. No matan a sus vecinos con balas, pero sí los “matan” con palabras y gestos de desprecio. El mandamiento “No matarás”, se refiere a todas las formas de violencia contra los demás, incluida la violencia de la desigualdad económica.
“El Cardenal Shehan fue abucheado dos veces anoche por segregacionistas que vinieron a oírle testificar ante el Consejo de la Ciudad a favor de la legislación de ocupación abierta.
Los concejales que asistieron a la concurrida sesión de tres horas en el edificio War Memorial estaban visiblemente impresionados con el apoyo al Cardenal – y conmocionados – por la agresividad de una gran parte de la muchedumbre…
El Cardenal pidió al Consejo de la Ciudad dotar de liderazgo a los condados aprobando en primer lugar una legislación de vivienda justa. “El recurso legislativo”, comentó, “debe aplicarse en las zonas donde la enfermedad social es más evidente”.
Prometió dar su apoyo y el de la Arquidiócesis Católica, para ayudar a lograr la aprobación de leyes similares en otros lugares y para apoyar al Consejo “en lo que le pido que haga”.
Tomado de un artículo de Enero 14, 1966 en The Baltimore Sun
En estas últimas semanas, muchos en Baltimore, incluyéndome a mí, hemos hablado de “cambiar la narrativa negativa” sobre nuestra ciudad. Sin negar o minimizar los trágicos problemas que aquejan a nuestra comunidad, debemos abstenernos de una narrativa de desesperanza que impida ver lo bueno que hay en todo lo que nos rodea. Necesitamos reconocer y apoyar activamente los esfuerzos de muchos en el gobierno, las comunidades de fe, las comunidades educativas y sin fines de lucro, para mejorar las condiciones, sin mencionar los esfuerzos heroicos y el testimonio de muchas personas que viven en nuestros barrios más desfavorecidos. Cuando fallamos en escuchar estas voces y reconocer su buena labor, tejemos una historia de desesperación, una profecía auto-cumplida que sólo empeora las cosas.
Tanto la desesperanza como la violencia destruyen a las personas y sus comunidades. Por otro lado, cuando reconocemos mutuamente los esfuerzos y tratamos de maximizarlos y coordinarlos, entonces edificamos el entusiasmo, el impulso y la buena voluntad – ingredientes necesarios para un mañana mejor. Los principios de no violencia del Dr. King nos guían hacia el cambio de narrativa: del miedo a la valentía, de la enemistad a la amistad, de la injusticia a la dignidad humana, del odio al amor.
Seamos claros: Los principios del Dr. King tienen como finalidad cambiarnos a nosotros, y al hacerlo cambiar a nuestra sociedad. Los principios están dirigidos en primer lugar al corazón, llamándonos a la conversión, una conversión que conduce a una forma diferente de pensar, hablar y actuar. Ellos nos instan a dejar detrás “lo de costumbre” y en su lugar encontrar formas no sólo de llegar juntos, sino de permanecer juntos por un largo tiempo, en el diálogo y la cooperación pacífica en aras de la dignidad de cada persona y el bien común. Por esta razón, si verdaderamente queremos dejar que los principios de no violencia del Dr. King nos guíen a la conversión, no nos conformaremos con camuflar nuestros problemas sino que seremos alentados a la acción; estaremos motivados a afrontar y a luchar contra la injusticia en nuestra comunidad. En última instancia, sin embargo, es sólo un cambio de mentalidad y de opinión por parte de muchos que nos llevará a un nuevo comienzo para nosotros y para nuestra querida comunidad.
El Arzobispo William D. Border, quien brindó sus servicios como pastor espiritual a la Arquidiócesis de Baltimore desde 1974 hasta 1989, fue conocido como un gentil hombre que defendió la justicia racial siendo pastor por primera vez en el Sur profundo donde desegregó su parroquia, quemando las cuerdas utilizadas para separar a los feligreses negros de los blancos. Llegó a Baltimore justo cuando las escuelas públicas estaban siendo desegregadas. Apareció en televisión para apelar por una cooperación pacífica. Y “Dio resultado”, en el momento de su jubilación recordó que otros hicieron llamamientos similares a la calma…” pero fui el único que se hizo público”. Bajo su liderazgo, la Arquidiócesis aprobó su primer plan de contratación de acción afirmativa y Baltimore fue la primera diócesis en el país en protestar contra el Apartheid dejando de invertir en participaciones en empresas que operaban en Sudáfrica. El Arzobispo también nombró al Padre John Richard, S.S.J., quien se convirtió en el primer obispo afroamericano de Baltimore.
En la búsqueda por hacer que los principios del Dr. King sean nuestros principios, debemos recordar que fueron producto no sólo de su propio estudio3 y reflexión, sino también de su experiencia vivida y la de su pueblo. Nacieron en una sociedad saturada de racismo e injusticia. Nacieron en los corazones de gente de dignidad y grandeza, que anhelaba ser libre; que anhelaba llevar vidas tranquilas, productivas y generosas; que anhelaba ser las personas quienes Dios quiso que fueran. Estos principios tomaron forma mientras el Dr. King mostraba la experiencia de su pueblo a la luz del Evangelio y de la tradición cristiana. Por lo tanto, no solo constituyen una filosofía abstracta, sino una teología aplicada de la liberación.
En esta Arquidiócesis, esos mismos anhelos llenan muchos corazones, especialmente a raíz de los disturbios que sacudieron la ciudad de Baltimore en 2015 tras la muerte de Freddie Grey Jr. Al enunciar los principios de no violencia del Dr. King, es a vuestro corazón que apelo – a vuestro deseo de justicia, de amor y de paz. Es así que os invito a reflexionar conmigo sobre estos principios y, a continuación, utilizarlos como un trampolín para seguir orando, estudiando, reflexionando y debatiendo en vuestras familias, comunidades parroquiales, grupos de oración, y en otras reuniones en toda la ciudad de Baltimore y los nueve condados que componen la Arquidiócesis.
Son bienvenidas vuestras observaciones sobre las distintas formas en las que estos principios podrían ser vividos y aplicados mientras buscamos crear una civilización de paz, de justicia y de amor. Se ha creado una página en el sitio web de la Arquidiócesis (www.archbalt.org) donde pueden llevarse a cabo estas conversaciones y análisis adicionales. Rezo para que sean útiles en promover el sano intercambio de ideas que es esencial para la creación de una atmósfera donde exista una conversión de los corazones y las mentes y donde la injusticia pueda abordarse de manera más enérgica.
“Nos reunimos esta noche conscientes de un mal, una enfermedad espiritual que ha carcomido la fibra moral de nuestro país, nuestra comunidad y nuestra iglesia desde los primeros días de la América colonial. La historia temprana nos habla de la trata de esclavos. De la misma forma que otras páginas tristes cuyo mensaje provoca dolor, éstas han sido arrancadas de los libros de historia que la mayoría de personas estudia. Pero las cicatrices, las consecuencias permanecen. La enfermedad prolifera. Hoy la llamamos por el nombre de racismo”.
Cardenal William H. Keeler, Diciembre 2000
A continuación, tenemos una descripción de los principios de no violencia del Reverendo Dr. Martin Luther King Jr.:
Hace muchos años, San Juan Pablo II dijo, “El mundo contemporáneo … necesita el testimonio de profetas sin armas que a menudo son objeto de burlas”. El Dr. King fue él mismo uno de estos “profetas sin armas” que nos enseñó a resistir al mal activamente sin recurrir a ningún tipo de violencia. Abrazar sus enseñanzas requiere valentía, es decir, una profunda fortaleza espiritual. La valentía invoca nuestros recursos espirituales, mentales y emocionales, de manera que podamos hablar y hacer la verdad en amor (Efesios 4: 15). Al renunciar a la violencia física, verbal y emocional como hizo Jesús cuando los guardias del templo le golpearon (Juan 18: 22), la persona no violenta, más bien, da testimonio de la verdad viviéndola y busca no forzar a otros a la conformidad sino más bien convencerlos en amor. Vivir y actuar de esta manera puede ser riesgoso. Derivamos la valentía para superar el escepticismo y el cinismo del mundo que nos rodea a través de la amistad con Jesús en el poder del Espíritu Santo. Por lo tanto, para que nosotros vivamos este principio como seguidores de Cristo, debemos confiar en la fuerza del Espíritu Santo cuyo don de valentía lo hemos recibido en los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación. Esa valentía nos impulsa a resistir la injusticia por medio de la persuasión, la negociación, el testimonio personal, el uso de los medios de comunicación y, cuando sea necesario, la protesta pacífica.
Un principio clave de la doctrina social de la Iglesia Católica es la “solidaridad”, que, como san Juan Pablo II, dijo, debe incluir “una determinación firme y perseverante para comprometerse con el bien común”.4 La solidaridad nos obliga a reconocer que, como hermanos y hermanas, somos iguales porque compartimos una humanidad común. Significa reconocer a Dios en cada persona y a cada persona en Dios. Citando el lema de las Caridades Católicas de Baltimore, esto significa “apreciar lo divino” dentro de cada persona. Nuestra humanidad común, compartiendo la chispa de la divinidad, es la base de una amistad que cruza las líneas de la raza, la etnia, la política y la cultura. Al renunciar a toda forma de comportamiento violento y beligerante, tratemos de abrir las puertas de la amistad, construir relaciones a través de las líneas que nos dividen, incluso con el fin tocar los corazones de aquellos que creen que la violencia es la única respuesta a un daño o herida. Como escribió el Dr. King, “la no violencia no busca derrotar o humillar al oponente, sino ganar su amistad y comprensión”. Y es la amistad que a menudo allana el camino para una reunión de mentes y corazones en el diálogo y la comprensión mutua y conduce a un auténtico desarrollo humano. Necesitamos cultivar relaciones cívicas y políticas encaminadas a la dignidad humana y el bien común. Necesitamos fomentar la amistad en nuestras familias y comunidades locales. Y, como el Papa Francisco ejemplifica, necesitamos ser amigos con quienes viven en la periferia de nuestra sociedad: personas sin hogar, desempleados diversamente discapacitados, recién llegados – por nombrar algunos. Ellos no son estadísticas, sino personas.
“No podemos permitir que una gran parte de nuestra ciudad muera. No podemos permitir que miles de nuestros vecinos vivan unas vidas de desesperanza y desesperación…Hoy me comprometo a hacer todo lo posible para que esta Arquidiócesis asegure que el sueño que animó al Dr. King y a tantos otros de nosotros, no muera – ya que la realización de ese sueño es central en la prédica del Evangelio, el cual es el núcleo de la existencia de la Iglesia.”
Tomado de la homilía dada por el Arzobispo Edwin F. O’Brien en su Misa de instalación, 1 de Octubre, 2007
Seamos claros: La no violencia es todo menos indiferencia a la injusticia. No trata eufemismos que hacen que el vicio parezca virtud. Para ser auténtica, la palabra no violencia también debe ser una palabra profética – una palabra valiente y piadosa que confronta la injusticia y advierte contra sus consecuencias a las personas y a la sociedad. Una palabra profética reconoce que la injusticia socava la humanidad tanto del autor como de la víctima y rompe el tejido mismo de la sociedad. No se habla de crear ganadores o perdedores ideológicos o partidistas, sino crear una “civilización de verdad y de amor”, donde los seres humanos pueden desbloquear su potencial humano, crecer en la virtud, y llevar vidas buenas y productivas. La palabra profética está dirigida con especial intensidad y convicción a aquellos que podrían dañar a inocentes e indefensos. Busca disuadir enérgicamente tal comportamiento. También busca persuadir, de hecho, impulsar a otros, a dar los pasos necesarios para eliminar todas las formas de racismo y discriminación injusta, así como también aquellas condiciones en la sociedad que conducen a la violencia. Como dijo el Dr. King, “Este [la resistencia no violenta] método es aquel en el que el ataque está dirigido contra las fuerzas del mal, más que contra las personas que están haciendo el mal”.
La no violencia no es una máscara de la indiferencia. Menos aún una máscara para no asumir la responsabilidad por las convicciones de cada uno. En 1966, mi predecesor, el Cardenal Lawrence Shehan – un gentil y apacible hombre si alguna vez hubo uno – defendió valientemente las políticas de vivienda no discriminatoria en una reunión abierta del Consejo de la Ciudad de Baltimore. Se encontró con el ridículo y la falta de respeto; incluso recibió amenazas de muerte. Sin embargo, su actitud calmada y su espíritu de perdón persuadieron a muchos, y al final, ayudaron a abrir muchas mentes y corazones que habían sido cegados por el prejuicio. La no violencia no le permite a uno proclamar la paz, para luego tomar represalias en el odio cuando los esfuerzos se encuentran con la resistencia o el ridículo, algo que el Papa Francisco describe como “persecución amable”. Significa aceptar el sufrimiento -incluso la violencia – sin represalias como medio de purificación interior. Desde un tranquilo y puro corazón fluye un testimonio de verdad y de amor, que a menudo puede atravesar la neblina tóxica del racismo y la injusticia donde un discurso razonable podría fracasar. Con qué frecuencia los primeros mártires cristianos abrieron a la fe las mentes y corazones incluso de sus perseguidores debido a su valentía y amor frente al sufrimiento. En una cultura que a menudo rechaza el sufrimiento como algo sin sentido, el Dr. King, con la palabra y con el ejemplo, nos enseña a recuperar el poder para educar y transformar las mentes y los corazones.
En este principio, el Dr. King nos lleva al corazón de las enseñanzas de Jesús: “Ustedes han oído decir: “Ama a tu prójimo, y odia a tu enemigo”. Pero yo os digo, amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen” (Mateo 5, 43). Como lo dijo el mismo Dr. King, “En el centro de la no violencia se encuentra el principio del amor”. Es una forma radical de amar que se niega a participar en cualquier forma de violencia -física, verbal o emocional. De hecho, es una forma posible de amar sólo porque Dios nos ha amado primero y cuida de nosotros con un amor que es al mismo tiempo infinito, tierno y misericordioso. Corresponde al mandato de Jesús en otra parte de los evangelios: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Juan 13, 34). Es una forma de amor que persevera, incluso cuando se enfrenta a la hostilidad. De nuevo, citando al Dr. King, “La mejor manera de asegurarnos que el amor es desinteresado, es tener amor por el enemigo-prójimo de quien no se puede esperar nada bueno a cambio, sino solo hostilidad y persecución”. De esta manera, el Dr. King nos llama a un amor activo y persistente que no cede al desaliento frente a problemas incomprensibles y aparente desesperación.
El amor que se entrega a sí mismo no busca ningún beneficio para sí, sino que busca el bien del otro, mientras que al mismo tiempo busca construir, no sólo relaciones personales, sino también comunidades, junto con un sentido de trabajo en equipo y la colaboración para el bien común. El amor que brota de nuestra relación con Jesucristo no coexiste con el mal, sino trata de vencer al mal con la bondad, la violencia y al odio con el amor. Como nos dice la escritura: “Quien no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ve.” (1 Juan 4, 20). De la misma forma, san Pablo nos exhorta a “deshacerse de la amargura, la pasión y el enojo, las palabras duras, la calumnia y la malicia de todo tipo.” En lugar de esto aconseja “ser amables el uno con el otro, compasivos y perdonar mutuamente, tal como Dios los ha perdonado a ustedes en Cristo” (Efesios 4: 30-32). En la raíz de esta forma de amor está el reconocimiento de que Dios ama a cada persona con ternura, que Dios es rico en misericordia, y que toda vida humana es sagrada. Como resultado, en todas nuestras diferencias, estamos verdaderamente interrelacionados y llamados a extender a otros el mismo tierno amor y misericordia que Dios primero nos ha mostrado. Permítanme añadir que esta forma de amor se aprende mejor en la familia, que está destinada a ser una especie de “escuela” de entrega de amor. No podemos crear una sociedad de amor a menos que esté compuesta de familias donde el amor y la reconciliación son vividos y ejemplificados.
El Papa Benedicto XVI dijo famosamente “Quien tiene esperanza vive de manera diferente”. Esto es más que un llamado a la rectitud moral personal; es un llamado a una vida de entrega de amor que busca el bien de los demás, especialmente de los más vulnerables. Asimismo, la esperanza es mucho más que el mero optimismo sobre del futuro. La esperanza nace del amor, del amor de Dios por nosotros, un amor que nos convence que la injusticia, la violencia y la muerte no tienen la última palabra sobre nuestras vidas, un amor que nos permite avanzar en la bondad y la justicia incluso en las situaciones más difíciles. No se apaga ni siquiera cuando todo parece perdido. No se da por vencido a Dios y no se da por vencido con otras personas y sus comunidades. En consecuencia, la esperanza no es sólo un sentimiento; se desarrolla en acción.
Nos impulsa repetitivamente a trabajar por un mundo más humano, a luchar contra el sufrimiento innecesario y la injusticia, aunque no podamos eliminarlas. La esperanza nos impulsa a abrazar a aquellos que sufren la injusticia, miseria y enfermedades, apuntando siempre hacia el Dios justo y amoroso. En efecto, vivimos cada día en esperanza cuando, en la resurrección de los muertos y el juicio final, Dios deshace los sufrimientos del pasado y la injusticia y se re establece. Lejos de complacernos, esta esperanza debería infundir en nosotros un sentido de responsabilidad para deshacer la violencia e injusticia, aquí y ahora, en el presente, en nuestras vidas. Como ha declarado el II Concilio Vaticano, “El futuro de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de dar a las generaciones venideras razones para vivir y tener esperanza” (Gaudium et spes, 31).
Los principios de no violencia del Dr. Martin Luther King Jr. llaman a un cambio de opinión. Sin embargo, también son un llamado a la acción. La no violencia es activa en su resistencia a la injusticia, ni pasiva; ni vocal, ni silenciosa.
Citando el profeta Amos (5:24), el Dr. King exclamó, “Dejad que la justicia surja como el agua y la bondad como un torrente inagotable”. De esta manera, el Dr. King también detalló los pasos que debemos seguir para vivir sin violencia. Como parte del debate y la reflexión, permitámonos revisar estos pasos que debemos acoger, vivir y poner en práctica la enseñanza profética del doctor King. Una vez más, vuestros comentarios sobre las maneras prácticas de aplicar estos pasos son muy bienvenidos.
Puede compartirlos en www.archbalt.org/cartapastoralking
A menudo, pensamos que conocemos a nuestras comunidades que nos rodean. Un segundo vistazo puede mostrar, sin embargo, que nosotros (incluido yo) tenemos mucho que aprender. Por ese motivo, el Dr. King instó a sus seguidores – y ahora nos impulsa a nosotros – a aprender todo lo que podamos acerca de los desafíos, así como también las oportunidades en nuestras diversas comunidades. Al hacerlo, entenderemos mejor la naturaleza de los problemas que se deben afrontar y también la bondad y la humanidad de las personas que después de todo no viven tan lejos de nosotros.
Cuando lleguemos a comprender los problemas y oportunidades en nuestras diversas comunidades, necesitamos compartir esa información con otros. A menudo esto se hace de manera informal con miembros de la familia, parientes, amigos y compañeros de trabajo. Podemos construir una sociedad mejor “de vecino a vecino”. Parientes, amigos y vecinos pueden unirse en apoyo y servicio para el bien de los demás. También debemos compartir nuestras experiencias con quienes nos representan en el gobierno con la esperanza de promover juntos el bien común.
El entusiasmo es algo bueno, pero no es suficiente. Así que a menudo la gente se llena de un deseo impetuoso de cambiar al mundo, pero aquel deseo impetuoso dura tanto como sus propósitos de Año Nuevo de ir al gimnasio o ponerse a dieta. Abordar problemas antiguos y sistémicos requiere un compromiso que nace de la oración y el apoyo mutuo. Requiere que seamos responsables los unos de los otros mientras trabajamos juntos pacíficamente por la justicia y la paz auténticas.
Las discusiones y desacuerdos son parte de la vida. Desafortunadamente, la gente capacitada en el arte de la negociación puede ser escasa. No todos seremos igual de buenos en esto, pero debemos tratar de estar entre aquellos que ayudan a encontrar un terreno común pacíficamente, con integridad y en plena fidelidad a las enseñanzas del Evangelio. En las comunidades con problemas, es importante hablar tanto a aquellos que son lastimados por los males sociales como aquellos que contribuyen a la desintegración de la sociedad. Esto no siempre es algo fácil. Se requiere una preparación previa, reflexión, humildad y sentido del humor.
Sería tan agradable vivir en un mundo en el que todas las negociaciones concluyen exitosamente. La experiencia nos enseña que esto no siempre sucede. ¿Qué hacer a continuación? A veces es necesario llamar la atención hacia un problema más amplio. Somos bendecidos al vivir en una sociedad libre donde podemos pacíficamente y públicamente expresar nuestras opiniones, ya sea en medios tradicionales o en las redes sociales, en campañas de redacción de cartas, en reuniones con funcionarios electos o en manifestaciones públicas. La palabra clave, sin embargo, es “pacíficamente”. La paz es más que la ausencia de violencia. Se nos exige más que lemas. Mejor dicho, nuestras declaraciones públicas, sin importar qué forma tengan, deben ser razonables, constructivas y civilizadas.
A medida que entramos en negociaciones y hablamos públicamente acerca de asuntos de importancia, nuestro objetivo debe ser construir puentes y, en lo posible, lograr la reconciliación entre las partes opuestas. Es importante que no sólo tratemos de conciliar, sino también empezar a difundir los buenos esfuerzos que se llevan a cabo en todas nuestras comunidades para crear una sociedad más humana. La reconciliación implica, no simplemente la cesación de una disputa, sino también la renovada voluntad de trabajar juntos por el bien de nuestra sociedad. Esto significa que no debemos competir unos con otros al servir a nuestras comunidades, sino cooperar, difundir y mancomunar nuestra sabiduría y recursos para el bien de los demás. Ninguna persona o grupo debe pretender ser “el único” preocupado por los problemas que nos conciernen a todos. Tal actitud divide en lugar de unir.
“Safe Streets” (Calles Seguras) es un programa de prevención e interrupción de la violencia basado en la evidencia que busca reducir los tiroteos y asesinatos en zonas de elevada violencia. Operado por las Caridades Católicas de Baltimore, en colaboración con el Departamento de Salud de la ciudad de Baltimore, el programa se basa en la premisa de que la violencia es una enfermedad que puede prevenirse mediante métodos de control de la enfermedad.
Brittan Grahman, de 26 años, quien fue ayudada por el programa Calles Seguras, comparte su historia:
Al ser residente de la comunidad Sandtown la mayor parte de mi vida, he sido testigo de todo, desde la pobreza, abuso de drogas, tráfico de drogas y delincuencia en niveles inimaginablemente altos. También he encontrado a gente positiva y programas que han dado ayuda y esperanza a la comunidad a pesar de las circunstancias.
Sin embargo, después de una visita personal a un vecino que malinterpretó mi preocupación por su salud como malicia, mi familia y yo comenzamos a recibir amenazas. Ya que temía por mi esposo y mis hijos, primeramente me coloqué en actitud defensiva. Abracé esa violencia que enfrenté con ira. Mi marido vio la situación inmediatamente de otra manera y me pidió que me calmase.
“Mira mi amor,” dijo mi marido, “Estoy seguro de que en Calles Seguras nos ayudarán. Han ayudado con alimentos, ropa, lo que te imagines. Pero su función principal es hacer desaparecer este tipo de desacuerdos y así prevenir la violencia armada. Llama a la Sra. Nicole. Estoy seguro que Calles Seguras puede llevar este problema a mediación. Han sido casi dos años y han impedido que muchos incidentes violentos ocurran”.
Ahora el problema se ha resuelto gracias a la Sra. Nicole y el Sr. Lamont. Mi familia y yo, una vez más, nos sentimos seguros en nuestro hogar y al salir de casa.
Gracias “Calles seguras” por ayudarnos a sentirnos seguros de nuevo. También quiero agradecer a Calles Seguras por ayudarme a encontrar recursos para amoblar mi apartamento, por la comida que nos dieron el Día de Acción de Gracias, por los abrigos, guantes y sombreros. Calles Seguras ha tenido un impacto positivo en mi familia. ¡Gracias, Calles Seguras, por todo!
Desde que llegué a la Arquidiócesis de Baltimore hace casi seis años, he tenido el privilegio de trabajar con maestros, incluyendo hombres y mujeres religiosos que se dedican a su trabajo en escuelas urbanas católicas; los sacerdotes y religiosos que viven y ministran en algunos de los vecindarios más desolados de la región; y los hombres y mujeres laicos de las Caridades Católicas y otras organizaciones de servicio social quienes sirven a los pobres y vulnerables, con una habilidad y dedicación que nace de la fe. En el camino, he conocido a muchos voluntarios en parroquias y organizaciones como los Caballeros de San Pedro Claver, los Caballeros de San Juan, los Caballeros de Colón, los Caballeros del Santo Sepulcro y la Orden de Malta quienes regularmente salen de su zona de confort para servir a los necesitados. También he tenido el privilegio de dialogar e interactuar con diversos líderes religiosos y viajé con un grupo de ellos a Roma para reunirnos con el Papa Francisco. A raíz de estas reuniones, se han desarrollado amistades y vías de cooperación; ellos han ayudado a perfeccionar nuestro enfoque común sobre cómo abordar el racismo y la desigualdad racial. Adicionalmente, asisto con frecuencia a reuniones con funcionarios electos locales y estatales. La mayoría de las veces esas conversaciones no tratan sobre las necesidades internas de la Arquidiócesis, sino más bien sobre las necesidades de nuestros ciudadanos más vulnerables y el bien común de toda la comunidad de cual somos parte.
Todas estas interacciones son inspiradoras e instructivas. Han infundido en mí el deseo de hacer todo lo posible para ayudar a reunir la bondad que nos rodea por todas partes, ayudar a tejer lazos de amistad y de servicio que traen una dignidad renovada, vida, seguridad y alegría a nuestros vecindarios con más problemas y que están desatendidos. Sin embargo, no puedo hacer esto solo. Esto es algo que debemos hacer juntos. Y, como una familia diocesana de fe, podemos hacerlo de cuatro maneras:
1) Continuar difundiendo nuestros servicios en la red, especialmente en la ciudad de Baltimore. Vinculando el excelente trabajo de las Caridades Católicas, San Vicente de Paúl, nuestras instituciones de salud, escuelas, universidades, parroquias y otros ministerios, podemos fortalecer nuestro testimonio de dignidad humana mientras servimos a los necesitados de forma más eficaz. Estos esfuerzos también ayudan a cambiar la narrativa negativa acerca de Baltimore en una narrativa esperanzadora.
2) Continuar formando relaciones de cooperación entre las parroquias. Cuando las parroquias urbanas, suburbanas y rurales forman relaciones cooperativas y amistosas, muchas barreras se rompen. Estas relaciones implican más que apoyo económico. Son maneras para que las diversas comunidades parroquiales se reúnan, se conozcan, se amen, trabajen y adoren juntas.
3) Es necesaria la participación personal. Cuando salimos de nuestra zona de confort para ir hacia las denominadas periferias, hacemos un descubrimiento. Las personas que viven en las periferias no son periféricas, son seres humanos reales, cada uno con una historia, y nuestros encuentros con ellos traen a menudo regalos enriquecedores e inimaginables a nuestras vidas. Con la participación en ministerios como “Nuestro pan de cada día” (Our Daily Bread), nuestra comunidad escolar, nuestra oración recorre áreas que rara vez podemos visitar y mucho más, todos nosotros podemos llegar a conocer, amar y respetar a aquellos cuyas vidas pueden ser muy distintas de las nuestras. Lo importante no es sólo el pan que se sirve o la educación que se imparte; es el amor y el respeto mutuo que son comunicados en
el proceso.
4) Las asociaciones ecuménicas e interreligiosas nos permiten lograr mucho más juntos que si trabajamos por separado hacia el cambio. Construir relaciones fuertes y significativas con hombres y mujeres de diferentes iglesias y comunidades de fe que también enseñan y practican los principios de acción directa no violenta del Dr. King, nos dará una mayor probabilidad de éxito para avanzar en nuestro objetivo de lograr una sociedad más justa y tolerante.
Por último, no veamos todo esto como una distracción a nuestros esfuerzos para re evangelizar a nuestras comunidades parroquiales y a toda la Arquidiócesis como tal.5 Al contrario, la fe, el culto y el servicio están íntimamente unidos en la lógica divina del Evangelio. Una iglesia que no está comprometida con el servicio a los pobres, que no se esfuerza por crear una sociedad más justa y más humana, no dará un auténtico testimonio de Cristo y del Evangelio de las Bienaventuranzas. Por muchas razones, hacemos bien en escuchar la enseñanza profética del Reverendo Dr. Martin Luther King Jr. y en ponerla en práctica. Guiados por sus principios, vamos a dar un paso más en ser “una luz brillante”, una iglesia que visiblemente refleje la luz de Cristo.
¡Que Dios nos bendiga y nos guarde siempre en su amor!
Reverendísimo William E. Lori
Arzobispo de Baltimore
Las fotos que aparecen en est página son cortesía de Catholic Review, Catholic News Service y de The Baltimore Sun. Para leer los pies de página completos en la página 32 de la carta pastoral haga clic aquí.
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