17 de mayo del 2024
Queridos amigos en Cristo,
Durante más de dos años se han llevado a cabo las consultas de la iniciativa Busquemos la Ciudad Venidera. Agradezco a todos los que participaron en este proceso, ya sea en sus parroquias o en una de las muchas reuniones regionales o de la ciudad que tuvieron lugar. En total, a lo largo de este proceso se han escuchado unas 6,000 voces y la propuesta que se hizo pública hace unas semanas fue, de hecho, desarrollada por un equipo de trabajo de unos 250 feligreses y miembros del clero de toda la ciudad y de algunas parroquias cercanas al condado. A esto le siguió un robusto período de comentarios públicos durante el cual muchos de ustedes hablaron apasionadamente a favor de mantener abiertas sus parroquias.
Está claro cuánto amamos los católicos a nuestras parroquias. Son su hogar espiritual. Guardan recuerdos preciosos. Cada una es hermosa a su manera. Incluso si algunos de ustedes ya no viven en la ciudad, esperan que la parroquia en la que crecieron siempre esté ahí. Esto es perfectamente comprensible. Siento lo mismo por la parroquia en la que crecí. Sin embargo, en este mundo nuestro, el tiempo avanza. Las cosas cambian, y no siempre como quisiéramos.
Con el tiempo, la ciudad de Baltimore y sus alrededores han cambiado dramáticamente. Hoy, Baltimore tiene menos de la mitad de la población que tenía cuando florecían las 61 parroquias dentro del periférico de Baltimore. Las congregaciones pequeñas a menudo se enfrentan a edificios viejos que necesitan reparación. Por más hermosos que sean, no todos pueden sostenerse. Los esfuerzos por mantener los edificios con frecuencia han agotado los recursos necesarios para evangelizar los barrios urbanos e invitar a quienes viven en ellos a unirse con nosotros alrededor de la mesa del Señor. Y esto, a pesar de los heroicos esfuerzos del clero y de los líderes laicos por mantener las puertas abiertas.
Por eso nos embarcamos en el proceso de Busquemos la Ciudad Venidera. No se trata sólo de buscar el tamaño adecuado o la sostenibilidad de nuestras parroquias (por muy importante que estos sean) sino principalmente de la misión, de la formación de parroquias que tengan lo necesario para proporcionar una gama completa de servicios parroquiales, evangelizar nuestros vecindarios y presentarle a nuestra ciudad y a sus comunidades circundantes una visión eucarística que sea, a la vez, vivificante y hermosa, y promotoras de la dignidad y el florecimiento humano. En otras palabras, si bien las estructuras de las iglesias suelen ser muy hermosas, la misión de proclamar a Cristo y compartir su amor redentor es aún más hermosa y debe ser siempre nuestra máxima prioridad como cristianos católicos.
Así pues, nos enfrentamos a una disyuntiva. Podemos mirar hacia atrás o hacia adelante. Podemos anhelar un pasado que nunca será recreado o podemos enfrentar las realidades presentes y futuras, y encontrar juntos la manera de cumplir mejor en Baltimore la misión que el Señor confió a los apóstoles.
Esto ha requerido debates difíciles y a menudo dolorosos, y requiere decisiones difíciles y dolorosas. Si bien ningún proceso es perfecto, se ha hecho todo lo posible por escuchar, imaginar y discernir. Y se hará todo lo posible para acompañar y ayudar a cada una de nuestras comunidades parroquiales una vez que se hayan tomado decisiones.
En los próximos días los invito a mantener la mirada fija en el Señor y en la misión que él nos ha confiado a todos. Unámonos como familia de fe, “esforzándonos por preservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” (Efesios 4:3).
Abracemos una belleza que es más bella que nuestras estructuras terrenales, “la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo” (2 Cor. 4,6), un resplandor que debe brillar más que nunca en nuestra ciudad y sus alrededores a través de comunidades parroquiales vibrantes plenamente comprometidas con la fe, la adoración y el servicio.
Este es el momento de mirar al futuro con esperanza. De renovar nuestros esfuerzos de evangelización. Para edificar de nuevo la Iglesia. Y sí, ¡Buscar la Ciudad Venidera!
Fielmente en Cristo,
Reverendísimo William E. Lori
Arzobispo de Baltimore