Our Lady of Guadalupe Celebration
Dec. 14, 2019
Queridos hermanos y hermanas de la comunidad de Cristo Rey y feligreses de la Arquidiócesis de Baltimore, Es un privilegio para mi poder acompañarles hoy en esta celebración a la morenita, la dulce Virgen de Guadalupe, esa madre que nos acoge siempre en su Santo manto, en su tilma. Nos dirigimos a la Virgen esta noche de una manera muy personal – como nuestra madre.
En esta temporada de Adviento, la liturgia de hoy día nos recuerda y nos anima a tener esperanza y fe en el Verbo Encarnado. Las lecturas nos ofrecen una cordial invitación para que nadie se desespere de su situación, por difícil que ésta sea, dado que la salvación se ha hecho presente en Cristo Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios.
El profeta Isaías, en un bello poema, nos ofrece la bíblica imagen del desierto que florece y del pueblo que canta y salta de júbilo al contemplar la Gloria del Señor. Con estas palabras: Animo, jubilo, regocíjense; el profeta nos alienta y nos empuja a fijar nuestra mirada en El Salvador, ya que El ‘Fortalecerá las manos cansadas’.
El salmo enfatiza la fidelidad del Señor a sus promesas y su cuidado por todos aquellos que sufren. Y Santiago nos alerta que la llegada del Señor está ya muy cerca, y que aguardemos su llegada con paciencia.
En el Evangelio de San Mateo, leemos sobre cómo se pone a prueba la paciencia de Juan el Bautista, quien en las oscuridades de la prisión es invitado por Jesús a permanecer fiel a su misión hasta el fin.
En esta tercera semana de Adviento, el domingo “Gaudete” – Gaudete que significa “Regocíjense”, la imagen de la Madre de Guadalupe, aquella que acompañó a San Juan Diego en su jornada, también nos acompaña a nosotros, y es esa imagen de la virgen en espera, aquella que va cargando en su vientre al Rey de Reyes, es ella la que también nos anima a regocijarnos. Tenemos que recurrir a esta imagen de nuestra Madre todo el tiempo, y recordar las palabras de esperanza que habló a San Juan Diego:
“¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y bajo mi protección? … ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Necesitas algo más?”
Tenemos que contemplar su dulce rostro y mirar sus ojos llenos de paz, hablar con ella y decirle todo lo que está en nuestro corazón. Hoy más que nunca, necesitamos sentir su ternura maternal para con nosotros. En lo más profundo de su corazón, María es una madre que nos ama. Ella no pide nada para sí misma. ¡Todo por Jesús! ¡Todo para ser nuestra madre! ¡Todo para interceder por nosotros!
A través de María, que nos trae a Jesús, podemos esperar grandes cosas para nosotros mismos y para nuestras familias e hijos. Esta noche nos acogemos a María, nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Le pedimos que nos enseñe cómo ser buenas madres y buenos padres para nuestros hijos. Le pedimos que nos enseñe cómo ser buenos hijos e hijas. Le pedimos a la Virgen que nos ayude a ser siempre como ella. Que nos ayude a vivir siempre con Jesús en nuestros corazones, a vivir para compartir a Jesús con todo el mundo, en todo lo que hacemos. Dejémonos guiar por el ejemplo de Maria. Ella que con su fiat, con su ‘Si’ a Dios, abrió un nuevo mundo para nosotros.
Dejemos que este tiempo de Adviento, esta dulce espera, nosotros también podamos alegrarnos como el profeta Isaías, y proclamar esa alegría que solo nuestra fe en Cristo puede proclamar. Y que también nosotros seamos instrumentos para llevar la Buena Nueva de la venida del Mesías, a otros en nuestras comunidades, que están necesitados de un mensaje de aliento, esperanza, y amor. En especial, recordamos a aquellos inmigrantes que sufren el estar lejos y separados de sus seres queridos. Aquellos jóvenes “soñadores/dreamers” que viven en un mundo de tinieblas e inestabilidad por la situación migratoria.
Así como la Virgen de Guadalupe, se presenta a Juan Diego, un indígena, humilde y sencillo, así Cristo mismo se acerca a los pobres y los pequeños, para mostrarnos que todos somos hijos amados de Dios. Así como la aparición de la Virgen de Guadalupe vino a traer esperanza al pueblo indígena de Latinoamérica, así mismo también, nosotros, por medio de nuestro bautizo, estamos llamados a llevar esa esperanza a aquellos que lo necesitan. El mensaje guadalupano de amor, compasión, auxilio y defensa de los oprimidos, quiere fortalecer la fe de sus hijos, especialmente de los inmigrantes para que vivan con la mayor dignidad posible, en éste y en todos los países.
Yo les invito a que en esta época, hoy más que nunca, hagamos espacio en nuestro Corazón para recibir a aquellos que están agobiados, desesperados, y desamparados. Abracemos a nuestros hermanos inmigrantes como la madre abrazó en su regazo a San Juan Diego. Ya que el que recibe a un hermano, recibe a Cristo. Así como María de Guadalupe, llena de alegría, nosotros también podamos compartir el amor de Cristo Jesús.
Concluyo mi homilía, recordando las palabras del famoso villancico:
“Desde el cielo una hermosa mañana La Guadalupana bajó al Tepeyac. Su llegada llenó de alegría De paz y armonía y de libertad…”
¡Que Viva la Virgen de Guadalupe!
R/ ¡Que viva!
¡Que viva San Juan Diego!
R/ ¡Que viva!
¡Que viva Cristo Rey!
R/ ¡Que viva!